Dios y tus padres

Dios te da a tu familia, tus padres y hermanos, para mostrarte un ejemplo de cómo es tu relación con Él y quién es Él para ti. Todos quieren padres que los amen y se preocupen por ellos sin importar lo que pase. Bien, así es Dios. Él te ama y se preocupa por ti más profundamente de lo que puedes imaginar.
Tus padres tratan de cubrir tus necesidades. Dios ya proveyó lo que necesitas. Tus padres te ayudan a crecer y formarte en quien te vas a convertir, pero finalmente, Dios es quien te hace crecer y madurar.
Pero aquí es donde tienes que ser cuidadoso. Todos tienen diferentes tipos de padres, y aunque ellos son un ejemplo de Dios, no son Dios. Dios es mucho más grande que cualquier relación que tengas en esta tierra. No hay nada que se compare. Dios nunca te va a decepcionar, lastimar, abandonar o cometerá errores. Y todos los humanos cometen errores. La gente se equivoca. A veces incluso hasta los padres meten la pata.
Así que, aunque tus padres puedan ser un gran ejemplo y reflejo de quien es Dios, ten cuidado de no hacer de Dios alguien que no es. Mientras tus padres pueden tener malos días y perder la paciencia contigo, Dios no tiene días malos. A veces tus padres te van a disciplinar de formas hirientes. Dios nunca te lastimará. Dios es perfecto y Su amor nunca falla.
Tú eres de Dios. Tú le perteneces. Él te ama y le importas, y tú eres Su hijo.
Dios te dio a tus padres para ser un ejemplo de tu relación con Él. Puedes aprender mucho de quién es Dios a través de la relación con tus padres. Pero recuerda: Dios no es tus padres. Y bueno, tus padres no son Dios.

A ninguno nos gustan las despedidas, de manera especial cuando se trata de nuestros seres queridos, los más íntimos, a quienes hemos abierto nuestro corazón, con quienes hemos vivido momentos alegres y otros no tanto. El discurso de despedida de Jesús (Juan 13—16), culmina con el capítulo 17 que constituye el “mensaje” final, un tipo de testamento, un “adiós”, luego viene su arresto y ya no habrá otra oportunidad de comunión con los discípulos hasta después de la resurrección Es relevante de forma especial la idea final del capitulo 16. Juan 16.32–33 (RVR2020) 32 Se acerca el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que os dispersaréis cada uno por su lado y me dejaréis solo. Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad: yo he vencido al mundo. ¡Estas son las palabras de alguien que se sabe Vencedor! Por esto pudo decirles “separados de mí nada podéis hacer”. En definitiva, los que dependen de Jesús están con el Vencedor. Jesús consciente de su misión, del propósito de su corta vida, indica que la hora viene, y que esto trae consecuencias para aquel pequeño grupo de amigos, ellos van a ser dispersados o esparcidos, como la semilla que esparce el sembrador durante el período de la siembra. Si aquel grupo de amigos entendieron las palabras de Jesús, sin duda alguna tuvieron que ser dominados por cierto temor y gran incertidumbre: Toda su vida buscando lo que ahora tenían (tenían un Rabbí, no uno cualquiera, era Jesús, y estaban viviendo con él, en comunidad) y ahora les dice que van a ser esparcidos cada uno por su lado, !y que le dejarán solo! Pero si hace nada les enseñó que “separados de mí nada podéis hacer”. Con seguridad, más de uno pensaría: ¡Jesús no entiendo nada! En más de una ocasión no entendemos las cosas de la vida. Pero Jesús es honesto con nosotros: 33 Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad: yo he vencido al mundo. Paz en medio de la aflicción, confianza en medio de la incertidumbre, seguridad en medio de la duda, porque Jesús ha vencido al mundo. Y solo viviendo unidos a Jesús podremos disfrutar de todo ello. Oración.- Señor Jesús, ayúdame a recordar hoy que porque tu venciste en la cruz es que yo puedo vencer hoy. Quiero fijar mis ojos en ti y saber que tú estás conmigo y que contigo todo lo puedo. Amén

1 "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2 Quitará todo pámpano que en mí no lleva fruto y limpiará todo aquel que lleva fruto, para que lleve más. 3 Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí y yo en vosotros. El pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid. Del mismo modo ocurre con vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros, los pámpanos. El que permanece en mí y yo en él lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer." Puede ser un día cualquiera, todo parece transcurrir según la normalidad esperada aunque, estando con Jesús, siempre queda el factor sorpresa. Sus discípulos lo saben, no en vano llevan tres años caminando junto a Él, escuchando sus palabras asombrosas, a veces enigmáticas, y ver sus prodigios y señales. Aquel día Jesús quiere descubrirles la dependencia que tienen de Él y les habla de la vid, el labrador y los pámpanos. Una imagen bien conocida para aquellos hombres criados en su mayoría en zonas rurales. Pero les habla de forma lapidaria: porque separados de mí nada podéis hacer. Uno de los grandes logros que el hombre generalmente valora o aspira a tener, es la independencia. Muchos países tuvieron guerras para lograr su independencia, nuestros jóvenes aspiran a independizarse; valoramos en gran manera tener independencia económica, independencia de actuación, poder hacer (pensamos) lo que queremos. Y Jesús, hablando a sus amigos bajo esa imagen conocida de la vid y los pámpanos les dice: separados de mí nada podéis hacer. ¡Cuántas cosas en la vida hemos intentado hacer separados de Jesús y hemos visto los resultados generalmente negativos! Escribía el famoso reformador Martín Lutero: “He conservado muchas cosas en mis manos, y las he perdido todas, pero todo lo que he puesto en las manos de Dios, todavía lo tengo.” La gran sorpresa de aquel nuevo día con el Maestro fue la lección del pámpano: la libertad que supone la dependencia en Jesús. Para Pablo, años más tarde, ser libre de la Ley será convertirse en siervo de Jesús. Por otro lado, Jesús está a punto de enfrentarse a su gran prueba de fuego donde, a los ojos del mundo, va a quedar como un perdedor. ¡Y les dice a los suyos sin mí nada podéis hacer! El secreto de la auténtica libertad del ser humano consiste en vivir con Jesús, confiándole todo, viviendo bajo su cuidado. Oración.- Señor, necesitamos confiar en Tí, solo en Tí. Quita de nosotros cualquier motivo de confianza que no seas Tú.

El 14 de abril de 2025, Blue Origin realizó con éxito su misión NS-31, marcando un hito en la historia de la exploración espacial al lanzar la primera tripulación compuesta exclusivamente por mujeres desde 1963. A bordo del cohete suborbital New Shepard, seis destacadas figuras de diversos ámbitos vivieron una experiencia única al alcanzar los 106 km de altitud y experimentar la ingravidez durante aproximadamente tres minutos. Tripulación de la misión NS-31: Katy Perry: Cantante pop y primera artista musical en viajar al espacio. Lauren Sánchez: Filántropa, piloto y vicepresidenta del Bezos Earth Fund. Gayle King: Periodista y presentadora de CBS. Aisha Bowe: Ingeniera aeroespacial y ex científica de la NASA. Amanda Nguyen: Activista por los derechos civiles y nominada al Premio Nobel de la Paz. Kerianne Flynn: Productora de cine. La misión NS-31 ha sido celebrada como un avance en la representación femenina en la exploración espacial, aunque también ha generado críticas sobre el elitismo y la relevancia de tales viajes en el contexto de los desafíos globales actuales. Con este vuelo, Blue Origin reafirma su compromiso con el turismo espacial y la inclusión, inspirando a futuras generaciones a soñar con las estrellas.

¿Tienes hermanos? Si los tienes, estoy seguro de que tu relación con tu hermano o hermana se ve de una de estas dos formas. Uno: Te llevas muy bien con ellos, o dos: pelean todo el tiempo. Si te llevas bien con tus hermanos y tus padres, ¡eso es muy bueno! Pero si no te llevas bien, entonces tienes que saber esto. Cuando peleamos o discutimos con nuestros hermanos o padres, causa separación entre nosotros. Hace que la relación se rompa, y así es como en las familias se alejan unos de otros. Los amigos vienen y van, la vida se pondrá más difícil, las cosas cambiarán, pero tu familia permanecerá. Puede ser difícil entender esto ahora, pero tus hermanos pueden ser algunos de tus mejores amigos cuando crezcas. Las cosas que te dicen tus padres probablemente tendrán mucho sentido algún día. Tú no escogiste a tu familia, pero tienes que vivir con ellos. Tienes que darte cuenta que Dios te puso en la familia que tienes. Así qué, ¿qué puedes hacer con la familia que Él te dio? ¿Cómo puedes desempeñar un rol positivo en ella?

La realidad es que, todos venimos de familias tan diferentes, ¿no? Algunos tienen un montón de hermanos mientras que otros son hijos únicos. Algunos tienen ambos padres o padrastros, otros viven con familias adoptivas o parientes más lejanos. Sin importar cuál sea tu dinámica familiar, recuerda esto: Dios sabía la familia en la que ibas a estar, y Él usará a tu familia para ayudarte a convertirte en la persona que Él desea que seas. Créelo. Tu familia puede refinarte e incluso fortalecerte para que te conviertas en quién Él quiere que seas. Y es cierto, tú no escogiste la familia que tienes, pero sí eliges cómo puedes actuar, comportarte y vivir dentro de la estructura familiar que tengas. Dios quiere que muestres Su amor a tu familia sin importar cual sea tu situación. Puedes elegir hacer las cosas más difíciles, discutir y no escuchar, o puedes elegir amar bien a tu familia y mostrarles de qué se trata el amor de Dios.

La mala comunicación puede acarrear muchos malentendidos. Gracias a la comunicación, podemos conocernos y expresar nuestras ideas y emociones, y en un matrimonio esto es fundamental. El matrimonio, a veces, piensa que por el hecho de vivir bajo el mismo techo, o por contar con cierto grado de intimidad sexual, ya esto es indicio suficiente de que se están comunicando. Pero nada más lejos de la realidad: la comunicación se debe alimentar por medio de la conversación. Es imposible la no comunicación; en realidad, éste es uno de sus cinco axiomas. No sólo nos comunicamos cuando hablamos, sino que lo que sucede es que existe una relación íntima entre la conducta y la comunicación: Nos comunicamos con lo que decimos tanto como con lo que no decimos. Los gestos, la manera de vestirnos, la forma de caminar, todo comunica y habla de nosotros. Si en su familia sus padres no desarrollaron una buena comunicación en el momento del conflicto, seguramente a usted le costará resolver los problemas con su cónyuge. Un padre que, frente al problema, sólo gritaba, o una madre que respondía con indiferencia, seguramente no serán modelos aconsejables para seguir. Pero, en realidad, uno tiende a volver a cometer los mismos errores bajo los cuales vivió en su etapa de formación. ¡Rompa su modelo defectuoso y restaure la comunicación en su familia!

Siempre hay que tomar la iniciativa, cuando tenemos una diferencia en el matrimonio. Cuando un conflicto se generó no vale la pena seguir buscando culpables; lo más importante es solucionarlo. Lo mejor que puedo hacer con un confl icto es encararlo; esta palabra no tiene otro significado que ponerle la cara, enfrentarlo: sin lugar a dudas, éste será el primer paso para solucionarlo. En una confrontación, no interesa quién empezó o quién está ofendido. Dios espera que yo tome la iniciativa y me mueva para tratar de solucionarlo. No espere por la otra parte, hágalo usted. El enojo nunca será la correcta manera de solucionar una diferencia, la ira terminará consumiéndonos. Muchas veces, el éxito de hablar para solucionar diferencias depende de elegir los momentos correctos. No lo haga cuando esté cansado o luego de una jornada agotadora, o en momentos en que, seguramente, lo podrán interrumpir. Busque el momento adecuado, tampoco lo haga delante de sus hijos; ellos no podrán entender lo que sucede, y les afectará emocionalmente. Frente a las ofensas que nadie está libre de cometer, sólo queda un camino: el perdón. Conjugar este verbo es una de las cosas más difíciles para el ser humano; cada vez que digo: «perdóname» o «te perdono» debo derribar mi orgullo y mis razones. Es que «no es un tema de quién tiene la razón, sino que es un tema de relación».No importa, llegado a este punto, quién tiene la razón, sino que lo fundamental es cuidar mi relación. La relación debe imponerse a las razones. De lo contrario, terminaremos discutiendo quién tiene razón, y lo único que se perjudicará es la «relación de amor y de respeto».

«¡Si tú sabes que te quiero!», dice un marido a su esposa, en medio de un diálogo. Es que no basta con saberlo, hay que decirlo. Necesitamos cada día sentirnos afirmados en nuestros afectos. No basta con que una vez en la vida nos hayan dicho que nos amaban para sentirnos contentos por el resto de nuestra existencia. A la hora de hablar, hombre y mujer se diferencian marcadamente. Cuando dos mujeres hablan, pueden pasarse una hora tratando un mismo tema, porque dan cada detalle de él. En cambio, los hombres suelen expresar la idea central, y listo. Somos así de distintos, pero tenemos algo en común: ambos necesitamos la expresión del afecto. Es fundamental, a la hora de expresar el amor, no mezquinar nuestra manera de decirlo: ¡repítalo cuantas veces quiera, le puedo asegurar que nunca será mal recibido! Se necesita tanto de las palabras como de los gestos de cariño; son como pequeñas sorpresas que mantienen fresco el amor. Al hacerlo, le demostraremos y expresaremos que en el día pensamos en ella. Todos necesitamos reconocimiento y estímulo, por más fuertes que parezcamos, precisamos la aprobación de los demás y, especialmente, de nuestra pareja. Las palabras de ánimo y afirmación edifican nuestra relación y sostienen la autoestima. Hombre y mujer necesitan el apoyo emocional en todo tiempo y, más aún, cuando llegan las crisis. Aprenda a edificar con sus palabras y no desanime a su familia con sus comentarios ni la destruya con palabras inadecuadas. No derribe en un segundo lo que le costó tanto sacrificio. A partir de ahora, propóngase tener momentos y oportunidades para expresar su afecto y verá cómo la atmósfera de su hogar cambiará por completo.

Los miembros de tu familia y tus amigos son las personas más importantes para ti. Porque te preocupas por ellos, definitivamente te preocupas por su salvación. Esa misma preocupación puede llevarte a anhelar fervientemente el poder compartir el Evangelio con ellos. Está bien ser fervorosos al dar una explicación de nuestra esperanza en Cristo. Las Escrituras nos animan a estar siempre preparados para compartir acerca de nuestra fe. Debemos estar seguros de lo que creemos. No debemos tener miedo, aun si somos incomprendidos, ridiculizados o perseguidos. Siempre debemos compartir el Evangelio con fervor. Ese tipo de entusiasmo es bueno. Sin embargo, las Escrituras también nos dicen que, antes que todo, debemos honrar a Cristo. Que eso sea primordial en nuestras conversaciones acerca de nuestra fe con nuestros familiares y amigos. Debemos ser testigos con entusiasmo, pero también ser respetuosos y amables. Cuando compartimos nuestra fe con nuestros familiares y amigos, necesitamos recordar que la misma familiaridad que ellos tienen con nosotros, la tenemos nosotros con ellos. Muchas veces, debido a que conocemos demasiado a los miembros de nuestras familias, podemos tomarnos como algo personal su manera de responder a lo que les testificamos. Cuando esto sucede, las paredes de respeto pueden caerse muy rápido, podemos llegar a responderles a nuestros familiares de una manera que no le responderíamos a nadie más. Sin embargo, esta no es nuestra meta. No queremos terminar frustrados con nuestras familias porque no creen en lo que les testificamos acerca del Señor. No debemos ofendernos por eso. No debemos ser duros o exasperarnos con nuestro lenguaje o manera de abordar a nuestros seres queridos. Definitivamente no debemos ser irrespetuosos. No podemos perder el tacto o cruzar los límites de una forma innecesaria. Debemos honrar a Cristo en todo lo que hagamos. Eres llamado a estar preparado para testificar de Dios en todo momento, especialmente a tus seres queridos. Cuando compartas tu fe con los miembros de tu familia y tus amigos, que tus palabras estén saturadas de la Escritura con dulzura y respeto. Confía en Dios el resultado. Él no te va a decepcionar.

Muchas veces, puede ser difícil compartir nuestra fe con familiares o amigos porque nos han conocido toda nuestra vida. Sin embargo, testificarles a nuestros seres queridos puede ser muy efectivo. Como ellos nos han conocido a lo largo de nuestras vidas, pueden ver el cambio que Cristo ha logrado en nosotros en primera persona. Para ellos, estos cambios son inconfundibles. Cuando un familiar ve a una persona de la familia que usualmente era egoísta preocupándose y sirviendo a otros, va a reconocer la diferencia. Cuando tus seres queridos ven que antes te enfocabas demasiado en las cosas materiales y, ahora, estás donando tu dinero a obras benéficas, ellos se darán cuenta del cambio. Si no te gustaba la Iglesia o la Palabra de Dios, pero ahora lees la Biblia diariamente, tu familia será la primera en saber que algo especial ha pasado contigo. El poder transformador de Dios en tu vida será obvio para tus familiares y amigos. Testificarles a nuestros familiares puede resultar muy difícil al principio. Sin embargo, pueden transformarse en nuestros testigos más efectivos. Los miembros de nuestras familias y nuestros amigos pueden ser los primeros en reconocer los cambios que Cristo ha hecho en nuestras vidas. En otras palabras, date tiempo, mantente enfocado y deja que tu luz brille. Con el tiempo, tu casa entera brillará. Tus acciones hablarán tan o más fuerte que tus palabras acerca de Cristo. Cuando tus seres queridos vean tu transformación, vendrán ellos mismos a preguntarte como lo has logrado. Y ese será el momento perfecto para compartir tu fe en la gracia salvadora de Jesús. Jesús es la luz del mundo. Cuando nos acercamos a Él, nuestras vidas son iluminadas y transformadas a través de su gloria. Esta transformación es evidente. Por eso, Cristo dijo que necesitamos dejar que nuestra luz brille de manera tal que otros vean nuestras buenas obras y glorifiquen a Dios. Te aseguro que si nuestros familiares ven que vivimos nuestra fe en acción diariamente, van a querer conocer al Dios que nos transformó. Nuestras acciones nos pueden ayudar a compartir nuestra fe con nuestros seres queridos. Nuestras propias vidas pueden testificar al Dios en quién creemos.