Dios está contigo en la tormenta

«Por causa del fuerte viento que soplaba, el lago estaba picado. Habrían remado unos cinco o seis kilómetros cuando vieron que Jesús se acercaba a la barca, caminando sobre el agua, y se asustaron. Pero él les dijo: “No tengan miedo, que soy yo”» (Juan 6:18-20 NVI).
Cuando estamos en medio de una tormenta, buscando una solución a un problema apremiante, solo intentamos atravesarlo, o salir de él, o alejarnos de él. Durante esos momentos de la vida, es fácil concentrarse tanto en el problema—lo que sea que lo esté causando—que nos perdemos lo que está pasando en medio de él. Miramos nuestros recursos, y el tamaño de la tormenta, y no vemos una solución. A menudo, perdemos la perspectiva de que «nosotros no podemos, ¡pero tú sí, Jesús!». Los problemas que enfrentamos son oportunidades para que Cristo demuestre que lo que no podemos hacer, ¡Él sí puede!
En Juan 6:1-13, leemos de un acontecimiento en que Jesús alimentó a una multitud. Una gran multitud se había reunido para escucharlo. Los discípulos vieron el hambre de la gente, pero no vieron una solución. Cuando Jesús preguntó: «¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?». Felipe respondió: «¡Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno!» (versículos 5-6 NVI). Los discípulos vieron el problema, pero no reconocieron quién estaba con ellos.
Jesús intervino, la necesidad fue satisfecha, y la gente fue milagrosamente alimentada en abundancia. En el proceso, los discípulos aprendieron que Cristo podía hacer lo que ellos no podían. Lo mismo ocurre en nuestras vidas cuando nos sentimos abrumados y no vemos ninguna solución a la vista. Necesitamos recordar que Jesús está con nosotros. No estamos solos o sin ayuda. Lo que nos desconcierta no desconcierta a Cristo. Él nunca se deja desconcertar por nuestros problemas y tiene las soluciones.
Jesús intervino en medio de esa «tormenta». Pero en Juan 6:16-21, vemos cómo intervino en un tipo diferente de tormenta, del tipo más literal. Los discípulos estaban en un bote en medio de una tormenta aterradora. Estaban seguros de que se hundirían y gritaron sus oraciones de ayuda. Pero no escucharon nada. Si Jesús estuviera con ellos en la barca... pero no lo estaba. El momento tenía todos los elementos de una crisis. La tormenta controlaba a los discípulos y los mantenía con miedo.
Pero entonces ocurrió lo inimaginable. Los discípulos en la barca «cuando vieron que Jesús se acercaba a la barca, caminando sobre el agua, y se asustaron. Pero él les dijo: “No tengan miedo, que soy yo”» (Juan 6:19-20 nvi). Jesús se acercó a ellos en medio de las tormentas y les dijo que no tuvieran miedo porque él—Dios mismo—estaba con ellos. «Así que se dispusieron a recibirlo a bordo, y en seguida la barca llegó a la orilla adonde se dirigían» (versículo 21 nvi). En el momento en que los discípulos invitaron a Cristo a subir a la barca, llegaron a la orilla.
Las tormentas también pueden dominar nuestras vidas. Así como no tenemos autoridad sobre las tormentas de la naturaleza, tampoco tenemos autoridad sobre las tormentas de la vida. Pero cuando no vemos nada más que oscuridad y nos preguntamos si Dios está cerca, debemos recordar que nuestra mayor necesidad es su presencia. Sí, queremos que la tormenta pase. Sí, queremos que los vientos se calmen. Pero sí, sí, sí, queremos saber, necesitamos saber, y debemos saber, que nuestro gran Dios está cerca.
Hoy, sigue el ejemplo de los discípulos y dale la bienvenida a Jesús en medio de tu tiempo turbulento. No dejes que la tormenta dirija hacia adentro. Deja que te dirija hacia arriba. No intentes capear el temporal solo. Rema la barca y saca el agua, pero sobre todo pídele a Cristo que entre en tu barco que se hunde. Cree que nunca estás solo, que tu Dios milagroso te ve, se preocupa por ti y llegará para socorrerte. Él sigue siendo el gran YO SOY. La próxima vez que ores: «¿Será que alguien podrá ayudarme?»... escucha la respuesta de Jesús: «Yo estoy contigo en la tormenta».
Responde
¿Cómo has visto que una tormenta se haya convertido en una oportunidad para que Cristo haga un milagro en tu vida?
¿Te gustaría ver tu fe expresada en una tormenta que estás enfrentando ahora?
¿Cómo te consuela la presencia de Jesús en medio de tu tormenta? ¿Cómo afecta la manera que respondes a tus circunstancias la realidad de su presencia?

¿Alguna vez has hecho algo que sentías que Dios te llamaba a hacer, y te has sentido inadecuado mientras lo hacías, fuera de tu zona de confort...? Dios dio una orden a Gedeón, diciéndole que tenía que derribar el altar de Baal y la imagen de Asera que había en la casa de su padre, y hacer un sacrificio a Dios con la madera de ese ídolo. La Biblia dice que "entonces Gedeón tomó diez hombres de sus siervos, e hizo como Jehová le dijo. Mas temiendo hacerlo de día, por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, lo hizo de noche" (Jueces 6:27) Seguramente Gedeón hubiese podido hacer esto él solo. Sin embargo, no estaba muy seguro de cómo hacerlo, y por eso pidió a 10 siervos de su padre para que le acompañaran en esa misión. Y además, como tenía miedo de ser visto, decidió al final hacerlo por la noche. Si tuviésemos que evaluar esta misión, seguramente podríamos decir que no fue la más "glamurosa" de Gedeón. Era la primera, y como consecuencia de ello Gedeón no se sentía muy preparado. Tenía miedo, y no tenía demasiada claridad de los pasos a dar, ni demasiada seguridad como para llevarla a cabo en el momento, ni suficiente confianza como para hacerla él solo. De hecho, muy seguramente que Gedeón, como cualquier principiante, cometió errores durante la misión, de los cuales luego se arrepentiría al repasar mentalmente lo que acababa de hacer. ¡Todo esto es lo contrario de lo que haría un héroe típico de las películas de Hollywood! Sin embargo, esta misión fue un éxito rotundo por un motivo: porque Gedeón venció sus miedos, y la llevó a cabo de la mejor manera que pudo. Todos, cuando Dios nos llama a hacer cosas que no hemos hecho antes, nos sentimos nerviosos, inadecuados, fuera de nuestra zona de confort... pero cuando aun así vamos y obedecemos a Dios, eso es lo que marca la diferencia. Querido/a amigo/a, Dios no busca perfección, sino que busca obediencia. ¡La perfección, de hecho, viene poco a poco como consecuencia de la práctica y de la obediencia! Si notas que Dios te está llamando a hacer algo, no tengas miedo de fallar. ¡Solo hazlo, y deja que Dios te enseñe y te perfeccione en el camino! Solo fallarás si al final decides no hacerlo. Tu obediencia es la clave para que Dios haga cosas preciosas, tanto en tu vida, como en la vida de los demás. ¡Eres un Milagro! Christian Misch

Como te comenté ayer, Gedeón fue escogido por Dios para liberar a Su pueblo. De hecho, el Ángel del Señor se presentó delante de Gedeón, y lo primero que le dijo fue: "Jehová está contigo, varón esforzado y valiente" (Jueces 6:12). Esto ocurrió mientras Gedeón estaba preparando el trigo a escondidas de los madianitas. En ese momento, Gedeón no se podía imaginar que él, uno de los más insignificantes individuos de Israel, pudiese ser la persona que Dios dirigiese para liberar a Su pueblo. Sin embargo, Dios veía algo diferente en Gedeón. Algo que nadie había visto en su entorno, y de lo que ni siquiera Gedeón mismo era consciente. De hecho, la siguiente cosa que el Ángel le dijo fue: "Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?" (Jueces 6:14). ¡Dios veía que el corazón y la pasión de Gedeón eran tan fuertes que, sin duda, era la persona perfecta para liberar al pueblo de Israel! Dios le estaba enviando, y, de hecho, Gedeón no solo liberó al pueblo de Israel, sino que fue unos de los jueces por más de 40 años, en los cuales la tierra tuvo paz. Querido/a amigo/a, Dios te conoce a la perfección, ¡mucho mejor que tú mismo! Él ve todo lo que ha puesto en ti, y lo que eres capaz de hacer en Él. No te fijes en ti, ni en tus limitaciones. ¡Dios es más grande que todo eso! A veces pensamos que es una señal de humildad el decir lo pobres y débiles que somos por nosotros mismos, pero en realidad es una señal de orgullo. Dios nunca nos ha llamado a centrarnos en nuestra pequeñez, sino al contrario, ¡nos llama a ver su grandeza, y a movernos por fe en Él! Lo único que Dios está buscando son personas con un corazón dispuesto a hacer lo que sea que Él les diga. ¿Serás tú una de ellas? ¡Yo quiero serlo! ¡Eres un Milagro! Christian Misch

La historia de Gedeón siempre me ha parecido muy inspiradora. Gedeón fue uno de los jueces de Israel después de que el pueblo entrara en la tierra prometida, y antes de que hubiese reyes en Israel. Su llamamiento, de hecho, fue muy particular. El pueblo de Israel, que se había apartado de los caminos que Dios les había mandado, estaba en gran dolor y sufrimiento, debido a sus vecinos, los madianitas y los amalecitas. En medio de su dolor dice la Biblia que "los hijos de Israel clamaron a Jehová" (Jueces 6:7). Y Dios no pudo contener sus deseos de ayudarles. Es por eso que les mandó un profeta y, luego buscó a alguien que tuviese un corazón alineado a Su voluntad, para poder liberar a Su pueblo. La persona a quién Dios llamó fue Gedeón, el más pequeño de la casa de su padre. ¡Estaba tan sorprendido de que Dios le llamase a llevar a cabo una misión de tales características! De hecho, no pensaba que era el indicado para ello, pero ¡Sí, sí lo estaba! Querido/a amigo/a, Dios siempre usa a personas para traer liberación y bendición, ¡y Él quiere usarte a ti también! A lo largo de esta semana, vamos a analizar la vida de Gedeón, y vamos a ver una serie de claves que aparecen en las Escrituras en relación con su historia que estoy convencido de que serán especialmente inspiradoras para ti. ¿Estás listo? ¡Eres un Milagro! Christian Misch

El mundo de la lucha libre llora la partida de Terry “Hulk Hogan” Bollea, quien falleció a los 71 años en su hogar en Clearwater, Florida, a causa de un paro cardíaco. Hogan no solo fue un ícono de la WWE, con 12 campeonatos mundiales y momentos legendarios en WrestleMania, sino también una figura clave en la cultura pop, gracias a sus apariciones en películas como Rocky III, Gremlins 2 y su reality Hogan Knows Best. En los últimos años, compartió públicamente su fe. Contó que aceptó a Cristo como su Salvador a los 14 años y en diciembre de 2023 fue bautizado en una iglesia bautista en Florida. Su vida espiritual se convirtió en una fuente de fortaleza y transformación.

Hoy terminamos este pequeño devocional con la pregunta más importante que Jesús nos hace: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Jesús estaba llegando al final de su ministerio y su muerte en la cruz estaba cerca. Había sido rechazado por los religiosos y aunque la gente común le escuchaban con interés y apertura, no entendían realmente quién era. Para ellos era un hacedor de milagros, un gran maestro y les llamaba mucho la atención sus enseñanzas, pero no más. En medio de una oposición que aumentaba por días y rodeado de personas a las que caía bien, pero no lo entendían, Jesús salió de Israel y llevó a sus discípulos a Cesarea, un área de gentiles. Lo que ocurrió allí cambiaría el curso de la historia. Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista;y otros, Elías;pero otros, Jeremías o uno de los profetas.15 Él les dijo*: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.Mateo 16:13-16 Jesús sabía que pronto lo colgarían de una cruz, y necesitaba urgentemente consolidar a sus seguidores con la seguridad de su divinidad. Primero les hizo una pregunta genérica sobre la opinión de las masas: ¿Quién dice que soy? Le respondió: "Algunos piensan que eres uno de los profetas" y mencionaron algunos. Pero después cambia la pregunta a lo personal: "¿Y vosotros? ¿Quién soy para vosotros?". La respuesta de Pedro fue clara e inmediata: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Está diciendo: "Sé quien eres, eres el Mesías, que viene para salvarnos y eres el Hijo del Dios Eterno". Es la primera vez que se pronunciaron esas palabras. Su confesión fue una confesión de fe y en esas palabras está todo lo que se necesita para la salvación. Jesús nos pregunta lo mismo hoy: "¿Quién dice que soy?". Tu respuesta puede ser que es un buen maestro, un gran ejemplo o gran hombre de la historia, pero hasta que Él no sea para ti, el Cristo, el Hijo del Dios vivo, no le has conocido y no sabes la respuesta a la pregunta mas importante de tu vida. Pero lo puedes saber. Jesús te llama hoy.

El 22 de julio de 2025 falleció a los 76 años rodeado de su familia, tras una valiente lucha contra el Parkinson y otras enfermedades. Aunque su vida fue pública y, en ocasiones, polémica, pocos conocen que Ozzy fue criado bajo la fe cristiana y se declaró anglicano, participando en cultos dominicales y orando antes de sus presentaciones Quizás el mundo lo conoció por su imagen rebelde y su música icónica con Black Sabbath, pero en privado Dios ocupaba un lugar central en su corazón. En una entrevista confesó: “Soy miembro de la Iglesia de Inglaterra y hablo con Dios en oración siempre antes de cada actuación”. Esa conexión espiritual lo acompañó hasta sus últimos días. Esta faceta poco conocida de Ozzy nos recuerda que la gracia de Dios puede tocar cualquier corazón. No importa cuán lejos pueda parecer una persona del camino de la fe, el Señor sigue llamando, aún en medio de la fama, los errores, las luchas internas o la oscuridad. Su vida no fue perfecta —como ninguna lo es—, pero su historia nos invita a reflexionar: ¿quiénes somos nosotros para juzgar el corazón de una persona cuando solo Dios conoce lo más profundo del alma? 🙏 Hoy oramos por su alma, por su familia, y por todos aquellos que siguen creyendo que no hay corazón que Cristo no pueda redimir.

Jesús no hablaba por hablar. Cuando preguntaba algo era porque quería escuchar la respuesta de la boca del que escuchaba la pregunta. La respuesta revelaba lo que estaba en su corazón. Un día, Jesús pasó al lado de un estanque rodeado de enfermos que esperaban ser sanados, Él hizo una pregunta que casi parecíaque se burlaba de un hombre tirado allí. Juan lo cuenta así: Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Juan 5:5-7 Cristo preguntó, "¿quieres ser sano?" Aunque la respuesta podría haber sido un SÍ rotundo gritado de voz en cuello, no fue así. Respondió con explicaciones del porqué todavía no había recibido sanidad, era porque no tenía a nadie que le metiera en el estanque en el momento que podría ocurrir un milagro. Me pregunto porqué seguía allí sentado si no tenía a nadie. Seguramente Jesús sabía que no estaría allí día tras día, al lado de un estanque donde ocurrían milagros si no tuviera un poquito de esperanza de que un día algo bueno iba a pasar. Aunque no tenía a nadie, quizá un día tendría a alguien, lo que no sabía es que ese ALGUIEN fue Jesús. Cuando Jesús llega a nuestras vidas, llega para sanar lo paralizado por pecado, temor y complejos para que podamos levantarnos y andar con la cabeza en alto. El paralítico dijo, "no tengo quién.." Así estamos nosotros mucha veces. No tenemos quién nos sane, nos ayude, nos consuele. Nos sentamos al lado del estanque de la resignación y luego llega Jesús y nos pregunta. "¿Quieres ser sano?"o "¿Quieres ser libre?"¡Claro que queremos! Entonces Jesús dice: "levántate, recoge tu cama y anda!" Y nosotros con la ayuda del Espíritu Santo, nos ponemos de pie, podemos dejar nuestra cama de las circunstancias y tristeza y empezar a andar en fe.

Vamos a pasar al Nuevo Testamento y escuchar preguntas que Jesús hizo a sus discípulos. Jesús fue directo en sus preguntas y confrontaciones. Preguntaba para que sus seguidores tuvieran que pensar y responder y nos siguen haciendo esas mismas preguntas hoy. Cuando respondemos con honestidad, nuestras vidas dan un giro y seguimos siendo transformados. Jesús es nuestro ejemplo en todo y es un privilegio pensar que se interesa tanto en su creación, que nos hace reflexionar, haciendo preguntas agudas que pueden traspasar nuestros corazones. Jesús actuaba, predicaba y luego se aseguraba que sus discípulos entendieron lo hecho o dicho. Sus discípulos se habían encargado de la cena de la Pascua que iban a celebrar con su Maestro, pero se les olvidó un detalle importante y era tener un sirviente que pudiera lavarles los pies al entrar. Era una necesidad en ese tiempo, que un esclavo o siervo estuviera para limpiar el polvo y la suciedad de los que llegaban a casa. Cuando Jesús vio que faltaba un siervo para hacerlo, Él no tuvo ningún reparo en levantarse, tomar una toalla y agua y empezar a hacer el trabajo de un esclavo. Jesús estaba pensando en cuánto amaba a los suyos a pesar de que tenía la cruz delante. "…Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin". ¿Cómo amó a los suyos? Los amó sin condición, sin reserva, sin comparaciones, con paciencia y fe. Pero parece que buscaba una acción para sellar su amor en sus mentes para siempre y mostrarles de forma tangible cómo se ama de verdad. La Versión Nueva Internacional dice: "Entonces les mostró la plenitud de su amor". Les hace la pregunta del millón: Entonces, cuando terminaron de lavarles los pies, tomaron su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Jesús quería que realmente entendieran el porqué de lo que había hecho. Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis. Juan 1:13-16 Quería que tuvieran claro lo que era ser su seguidor. No iban a ser los "manda más" en sus ministerios, al contrario. Si nuestro Señor Jesús tomo el lugar del siervo más bajo para suplir una necesidad básica, no debe haber ninguna labor que rechacemos por humillante que sea. Podemos tomar la toalla y lavar pies.

Las preguntas que le hacemos a Dios, normalmente empiezan con, ¿por qué, por qué y por qué? Nuestras preguntas tienen que ver con nuestras circunstancias. Las preguntas que Dios hace son para confrontar cuestiones en nuestros corazones. Nos hace bien callarnos y escuchar lo que Él nos está preguntando. El profeta Elías luchó por el alma de Israel, pero su batalla más intensa fue contra el desánimo personal. Su enemigo principal fue la desilusión. Después de todas las maravillas que hizo Dios---el pueblo no cambió y en lugar del avivamiento previsto por Elías, ocurrió lo opuesto: la reina Jezabel enfurecida jurándolo matar a Elías, forzándose a huir al desierto donde le dijo a Dios que estaba harto , que no podría más y que preferiría morir. Luego cuenta que Elías se durmió, se levantó, comió, durmió, se levantó comió y después caminó cuarenta días hasta el monte de Horeb donde se metió en una cueva. Horeb significa “desolación”. Pero para Dios, Horeb era un lugar donde los asuntos del corazón eran sacados a la superficie. Era un lugar de honestidad y de completa transparencia de corazón. No había estado mucho tiempo cuando Dios le preguntaba: “¿Qué haces aquí Elías?”. Elías le cuenta cómo ha sido celoso y fiel a Dios, pero que el pueblo no se había arrepentido, que habían matado a todos los profetas y solo quedaron él y lo estaban buscando. Pero no era así. Dios le quería hablar. Pasó un viento fuerte, hubo un terremoto, hasta fuego pero Dios no le quiso hablar en el ruido. Pasó el susurro de una suave brisa y Elías salió de la cueva y escuchó de nuevo la pregunta de Dios: “¿Qué haces tú aquí, Elías?”. Elías responde a la misma pregunta de la misma manera: "He predicado mucho, te sirvo con todo lo que soy y el pueblo de Israel es lo peor. Te han dejado, han matado a tus profetas y solo quedo yo, y no por mucho tiempo porque me buscan también". Dios le da da instrucciones para su próximo paso y le informa que quedaron siete mil personas que no habían doblado su rodilla ante Baal. En otras palabras, le dice que las cosas no son tan malas como aparentaban ser. Nos hace la misma pregunta: "¿Qué haces aquí?" Te pregunta para que puedas evaluar tu verdadera condición espiritual. La voz apacible que calmó el corazón de Elías es la misma que nos habla a nosotros cuando salimos de la cueva de desilusión y autocompasión con oído abierto a su susurro. Él pone nuestra situación en perspectiva, nos muestra que hay esperanza y que no todo es oscuro. La presencia de Dios se acerca cuando nos presentamos a Él con transparencia y honestidad y nos muestra que hay futuro

Dios hace preguntas por toda la Biblia que conllevan cuestiones que debemos tratar. Cuando le respondemos con sinceridad, la respuesta nos muestra nuestra propia necesidad, y Dios, porque es bueno, nos da la solución. En el Huerto de Edén, Dios hace la tercera pregunta: "¿Qué es esto que ha hecho?" Él sabía perfectamente cómo le habían desobedecido, Él ya sabe las respuestas a todas sus preguntas, sin embargo Adán y Eva necesitaron escuchar la interrogación y oír su propia respuesta. "Y el hombre respondió: La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que ha hecho? Y la mujer respondió: La serpiente me engañó, y yo comí".Génesis 3:12-13 Adán culpó a su esposa y su esposa a la serpiente. Pero al final señalaron a Dios. "La esposa que tú me diste" ¿Cuántas veces hemos acusado a Dios por situaciones en la que nos hemos metido? Decimos cosas como: "Pero Él dejó que estuviera en ese lugar en ese momento cuando pequé. Él podría haber evitado que yo pasase por ese club en ese momento y no lo hizo".Y levantamos el dedo al cielo y le señalamos culpable de nuestro pecado. Cada uno de nosotros somos responsables de las acciones y reacciones que tenemos. Dios nos ha hecho a su imagen y por eso tenemos la capacidad de tomar decisiones y elegir nuestro camino entre el bien y el mal. Dios te pregunta: "¿Qué es esto que ha hecho?" Él te pregunta para que reconozcas tu pecado, tomes responsabilidad de tus acciones y te arrepientas. Cuando haces esto, Él perdona sin reserva y con su perdón desaparece la culpa ya la vergüenza. Cuando llegas al punto en la vida donde puedes levantar la mano y decir: "Fui yo, ¡soy el culpable!" Él contesta: "Ven ahora, y vamos a hablar—dice el Señor— aunque tus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán" (Isaías 1:8 paráfrasis mía). La relación entre tú y Dios profundiza y aprende a vivir en descanso. Dios es Bueno, Dios es Padre, Dios es Santo y a la vez generoso con su perdón. Cuando lo sabes, no temes la pregunta: "¿Qué has hecho?" Puedes levantar tu cara al cielo, reconocer tu pecado, pedir perdón y ser perdonado.